SARMIENTO: Un niño logró escapar de su secuestrador

El hecho conmociona a esta pequeña localidad chubutense, donde un sujeto llevó a un menor hacia un bosque en zona de chacras, amenazándolo de muerte. Blandía un cuchillo y es intensamente buscado por la policía. El niño logró escapar y comentar todo a sus padres; providencialmente, se encuentra sano y salvo (Diario Crónica).

 
 
Alrededor de las 13 del martes, un niño de 9 años se encontraba sentado en una reposera del pasillo posterior de su casa en el Barrio Buzzo de Sarmiento en donde funciona el taller de chapa y pintura de su padre, Enrique Quiroga.
 
El pasillo en cuestión da al fondo del terreno que separa mediante un alambrado de un lote deshabitado en el que existe un cordón de árboles.
 
La alambrada se encontraba abierta a modo de “portón” y, generalmente, la familia deja dos perros de gran porte atados para custodia, pero sin embargo en ese preciso momento sólo se hallaba uno de ellos y durmiendo.
 
La ocasión fue aprovechada por un extraño para invadir la propiedad cuando el padre del niño se hallaba trabajando junto con su tío en el sector delantero de la casa.
 
El niño, sentado, se había quitado sus zapatillas y repentinamente ingresó por la puerta un individuo (al cual el menor detalla como “encapuchado y enmascarado”).
 
El sujeto le ordenó que se calzara las zapatillas y lo acompañara. Temeroso, el muchachito obedeció y, ambos cruzaron el alambrado sin que el can se despertara, desapareciendo tras la alameda.
 
A medida que se iban alejando, comenzó a oírse desde atrás del cordón de árboles el llamado del padre quien ya se había percatado de que el pequeño no estaba en la vivienda ni en el patio.
 
El menor atinó a responder al llamado de su padre y el secuestrador le dijo “callate, no grités, porque te voy a matar”. Continuaron a pie atravesando la zona conocida como “Las Cañitas”, y luego en dirección noreste.   El secuestrador exhibiendo al niño constantemente un cuchillo y expresándole que lo mataría, siempre de acuerdo al relato conocido después.
 
Habiendo caminado unos cuatrocientos metros, el raptor ingresó con el niño a una zona boscosa de frondosos árboles por donde cruza un canal de agua de una anchura de alrededor de un metro.
 
Al cruzar dicho canal, al adulto se le cayó una suerte de máscara, de acuerdo al relato del niño, y este alcanzó a verle el rostro.
 
“Tenía la cara gordita, era rubio con barbita, ropa deportiva, pantalón azul, y cuando me decía ´no grités que te voy a matar’ arrastraba mucho la ´r´…” intenta reseñar a sus padres el pequeño quien agregaba que “el cuchillo lo llevaba del lado izquierdo”. Por la descripción brindada por el menor, su padre alega que si su hijo lo viera podría identificarlo y que se trataría de un adolescente de entre 15 y 20 años.
 
Una vez que cruzaron el canal, el secuestrador se retiró conminando al niño que no se moviera del sitio: “esperame acá que voy a traer algo” habría expresado.
 
El sujeto saltó un alambrado y fue entonces que el menor aprovechó la ocasión para escapar en dirección contraria corriendo de vuelta a su casa.
 
El raptor se percató y empezó a perseguirlo, corriendo tras él, pero sin poder alcanzarlo.
 
A unos cien metros del baldío ubicado detrás de la vivienda de los Quiroga, se hallaba una hermana del chico quien alcanzó a ver al secuestrador a lo lejos corriéndolo a su hermano y en tal momento comenta que “se dio vuelta y se fue” escapando rumbo al este, nuevamente en dirección a las chacras.
 
Ya liberado y una vez en casa, el muchacho comentó a sus padres lo ocurrido, quienes, conmovidos, se comunicaron con la comisaría.
 
Rastrillaje por la zona
 
En el sitio se presentó de inmediato la policía para dar inicio a un rastrillaje sobre la zona, en un primer momento con patrulleros y posteriormente a pie junto con el padre del niño.
 
También, los efectivos policiales pidieron al menor que les indicara todo el trayecto que el secuestrador le obligó a recorrer.
 
Internado en la espesura de la arboleda, más de dos horas el grupo de personas recorrió los alrededores temiendo que el secuestrador se encontrara escondido en algún recóndito sitio de las chacras, en donde existen angostos caminos y centenares de árboles, arbitrando una suerte de laberinto.
 
Al cabo de una hora, se presentó la perito en criminalística junto con la Fiscal de turno, Laura Castagno, quienes se sumaron al grupo de búsqueda pero sin dar con el raptor.
 
 Asimismo, la Brigada de Investigaciones se encuentra recabando información para dar con el individuo.
 
Conmocionados, los padres del niño efectuaron la denuncia correspondiente en el Ministerio Público Fiscal de Sarmiento, en donde el Servicio de Atención a la Víctima del Delito (S.A.V.D.) brindó contención al niño.
 
 No descartan que se trate de un degenerado
 
“Henry” -como suelen llamarle sus amistades-, entrevistado por el periodista Juan Manuel Castro, comentó que al detener sus tareas por un momento, miró hacia el pasillo y vio que su hijo ya no estaba.   Fue entonces que comenzó a buscarlo por toda la casa sin hallarlo.   “Lo llamé y no me contestaba” comentó Quiroga.
 
Esto produjo preocupación en un primer momento y al regresar el niño y comentar a sus padres lo acontecido entraron en pánico, comenzando así la intensa búsqueda del malhechor.
 
En el sector conocido como “Las Cañitas” generalmente hay niños jugando, albañiles construyendo y chacareros realizando sus quehaceres diarios; pero no obstante no hay hasta el momento quien atestigüe el episodio.
 
La familia, originaria de Morón, Buenos Aires, llegó a Sarmiento hace alrededor de unos 7 años. Enrique es un chapista muy exitoso y su esposa, Malvina Rolón, martillera pública y propietaria de una novedosa inmobiliaria en Sarmiento.
 
Lograron sus bienes a fuerza de brioso trabajo y en la pequeña localidad todos saben que “no se meten con nadie”.
 
No descartan la posibilidad de que se trate de “un loco o un degenerado”, visto la enorme cantidad de casos en dicha localidad de abusos sexuales y violaciones, cuyas víctimas han resultado ser menores.
 
El sujeto sería un experto conocedor del área que, una vez cruzado el canal, se convierte en un verdadero laberinto en donde cualquier persona se escondería fácilmente, lo cual el aventurado logró sin dejar huella, por lo visto.